«Midway ofrece una espectacular batalla aéreo naval de 140 minutos. Si uno disfruta con los cazas y los portaviones, adelante; eso sí, son 140 minutos, y el relleno entre torpedo y torpedo es harina de otro costal»

Formato: Película
Año: 2019
Director: Roland Emerich
Reparto: Ed Skrein, Woody Harrelson, Patrick Wilson, Luke Evans, Dennis Quaid, Aaron Eckhart, Nick Jonas, Mandy Moore
País: Estados Unidos
Duración: 138 min
Género: Bélico
Época histórica: Pacífico, Segunda Guerra Mundial
Puntuación: ★★☆☆☆ (Regular)
Sinopsis
Año 1942, Segunda Guerra Mundial. Después del devastador ataque sorpresa que destruyó Pearl Harbor, la Armada Imperial Japonesa se prepara para un nuevo ataque. Pero el Almirante Nimitz (Woody Harrelson) y Dick Best (Ed Skrein), el mejor piloto de la armada estadounidense, preparan un contraataque al imponente ejército japonés. Así, Best encabezará un ataque masivo que hará que Japón se dé cuenta de su error. Una decisión que cambió el curso de la historia para siempre. Mientras estos dos titánicos enemigos emprenden una letal batalla para cambiar el rumbo de la guerra, todas las miradas se vuelcan hacia la remota isla de Midway, donde una serie de contundentes ataques aéreos y marítimos pondrán a prueba la potencia y la fortaleza de ambas naciones. [Filmaffinity]
Análisis
Lujosa y cuidada recreación de la batalla de Midway, acaecida en junio de 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, en el frente del Pacífico. La mayor parte del cine bélico nos remite a una compañía encargada de cumplir una misión, rescates imposibles de unidades aliadas y grandes ejércitos disputándose un pedazo de tierra. Por ello, Midway es un poco «rara avis» al presentarnos una batalla aéreo-naval. Además, los personajes de la película son los protagonistas de la batalla de Midway, detallados con minuciosidad y ficcionalizando el mínimo imprescindible. El entorno de la isla de Midway, controlada por Estados Unidos, enfrentó a estos y a los japoneses poco después de la invasión de Pearl Harbor, en un combate protagonizado por portaviones, cruceros, cazas y submarinos. El gran acierto de la película es presentar con sumo interés los aspectos menos «llamativos» de la Segunda Guerra Mundial, pues convivimos con los tripulantes del portaviones, nos familiarizamos con el día a día de los pilotos, y las secuencias de acción nos remiten a las ráfagas de los aviones, los torpedos y el humo de un acorazado hundiéndose.

Por desgracia, son precisamente los momentos de acción lo realmente interesante de la película, puesto que sus tramas hacen aguas -nunca mejor dicho-. Quizá las virtudes del director Roland Emerich sean, efectivamente, provocar explosiones y dar sentido al caos, dar verosimilitud a lo extraordinario y sorprender al espectador, y así lo demuestran películas como Independencia Day y El día de mañana, aunque tampoco salió mal parado con las históricas El patriota y Anonymous. Sin embargo, no es un director de personajes, no ha sabido cuidarlos ni provocar nuestra empatía, y no ha hilado una trama con un mínimo de sentido. Quizá se me recuerde que no se pide tal cosa a una película bélica o de acción, pero el desequilibrio es tal que cuesta cierto tiempo situar a qué se dedica cada personaje, que algunos (cítese el submarino) salen de la nada a mitad de filme para desaparecer a los diez minutos, y que las decisiones de los protagonistas se revelan automáticas.
En otros puntos, el filme amaga -siempre a ralentí- con sacar juego de conflictos fuertes, pero se desaprovechan. La dedicación por entero a la guerra o la atención a la familia, invertir o no más tiempo en entrenar un recluta patoso, ocultar o no una enfermedad para dar sensación de normalidad… son conflictos fuertes que hubiesen enriquecido la historia -así lo pedía- abordándose desde el principio, no con tiros al aire que dan la impresión de relleno. Sí, mero relleno entre el plato fuerte: las batallas. Entre una y otra, la calma que alimenta la posterior tormenta no se cocina jugosamente. Y quizá en esto influya también el ruido, pues ni tan siquiera para los diálogos hay silencio en toda la película. De fondo suenan constantemente las hélices, las turbinas, murmullos y bombardeos, con tal aplomo que hasta cuesta entender en ocasiones cuanto se habla.

También se podía haber sacado mucho mayor partido al bando japonés. Si bien es admirable el sentido homenaje de dedicar el filme “a todos los marinos japoneses y estadounidenses que lucharon en Midway”, pues “el mar recuerda a los suyos”, el desequilibrio del filme favorece a los norteamericanos en toda regla. No por pintar como monstruos salvajes a los japoneses, sino porque el destino les determina a combatir a los Estados Unidos, sin que nosotros comprendamos cómo ni porqué. Tan solo insisten en que hay que atacar, atacar y atacar, con un código de honor simplón como telón de fondo. De hecho, se podría haber sacado más partido a la secuencia de apertura de la película, en un diálogo amistoso entre un japonés y un norteamericano cinco años antes del conflicto. En definitiva, Midway ofrece una espectacular batalla aéreo naval de 140 minutos. Si uno disfruta con los cazas y los portaviones, adelante; eso sí, son 140 minutos, y el relleno entre torpedo y torpedo es harina de otro costal.