“El mayor reclamo es su protagonista: Justo Gil […] personaje extraordinario, verosímil y misterioso, con diferentes caras, tierno y manipulador, héroe y villano. […] el problema es que se apaga su ingenio y la disposición proactiva”

Formato: Miniserie
Año: 2018
Director: Mariano Barroso
Reparto: Oriol Pla, Aura Garrido, Jesús Carroza, Karra Elejalde, Pere Ponce, Javier Beltrán, Nora Navas, Bruna Cusí
País: España
Capítulos: 6
Duración del capítulo: 55 min
Género: Drama
Época histórica: Barcelona, 1968
Puntuación: ★★★☆☆ (Buena)
Sinopsis
Justo Gil, un joven inquieto y lleno de ambiciones, llega como un inmigrante más a la próspera y prometedora Barcelona de los 60, sin nada en los bolsillos y dispuesto a convertirse en un hombre de éxito. La ciudad, en pleno viraje hacia la modernidad, parece sin duda el lugar ideal para ello: un oasis de libertad, posibilidades y futuro en mitad del páramo del franquismo. Basada en el libro homónimo de Ignacio Martínez de Pisón. [Filmaffinity]
Análisis
Gran esfuerzo por adaptar en una miniserie la novela El día de mañana, de Ignacio Martínez de Pisón. Sin duda, del mismo modo que en la novela, el mayor reclamo es su protagonista: Justo Gil. Justo es un personaje extraordinario, verosímil y misterioso, con diferentes caras, tierno y manipulador, héroe y villano. La novela no nos presentaba de una manera activa a Justo Gil y carecía de presencia explícita en el relato, sino que todos los demás personajes narraban su relación con él y la visión con la que se quedaron. Así, Justo no era sino las distintas visiones de los personajes que le conocieron. La miniserie de Barroso opta decididamente por conceder protagonismo al personaje de Justo Gil, y se resuelve con acierto su caracterización y el modo en el que se desenvuelve la historia. Solo en parte conserva la miniserie unas breves entrevistas a los demás personajes, años después del final de esta historia, en las que dirigiéndose a cámara narran -como en la novela- su contacto con Justo. Esto no desentona en absoluto, y, es más, se le debería haber sacado más partido.
Justo Gil llega a Barcelona proveniente de un pueblo de los Monegros, junto a su madre enferma, a finales de los años sesenta. Ante él se abre un horizonte de oportunidades en una ciudad próspera durante el desarrollismo, y a través de sus aventuras conocemos a la burguesía catalana, el sector empresarial, compañías de teatro, pequeños comercios y, por supuesto, la brigada social y pequeños grupos disidentes. En sus seis capítulos, el desarrollo de la trama cubre hasta los primeros años de la democracia. La vida de Justo se sigue con interés, y las diferentes subtramas están bien hiladas, resultando completamente natural la aparición y desaparición de personajes y el cambio de un escenario a otro. Por desgracia, puede dar la impresión de que conforme avanzan los capítulos decae, precisamente, el diamante en bruto de El día de mañana: Justo Gil. El personaje misterioso y manipulador del inicio, de cien sonrisas y mentiras, inteligente y embaucador, se erosiona lentamente. El atractivo de la serie radica en ver a Justo Gil «en acción», y a mitad de desarrollo pierde su fuerza para verse superado por los acontecimientos. Y no es cuestión de que Justo gane o pierda, sino de su fuerza narrativa, y el problema es que se apaga su ingenio y la disposición proactiva.
Por otra parte, una correcta descripción socio-económica del franquismo no se corresponde con la descripción política. Sabemos que durante el franquismo hubo comisarías que practicaron la tortura y hubo represión, de acuerdo, pero que a la altura de 1970 un comisario se defina como «fascista» supone tal caricatura que no es creíble. Pregunten a los falangistas de 1940 y más de uno habría utilizado el término «fascismo», pero es imposible en una comisaría de 1970. De nuevo, se nos presenta la caricatura del franquismo: no hay tecnócratas ni católicos, parece que todos son fascistas. Al menos el inspector Mateo Moreno es un personaje verosímil, con dudas, certezas y temores, y uno se lo imagina en aquella España de los setenta. Tampoco resulta creíble la escasa relevancia de la religión en aquella época, y ninguna mención real a Dios por parte de los personajes. ¿Para qué están las iglesias? De nuevo para el tópico: reunirse dentro para conspirar sin ser vistos.
La serie no escatima esfuerzos en presentar con crudeza las torturas y en presentar explícitas escenas de sexo. ¿Aporta a la trama? Ni lo uno ni lo otro, realmente. Dicho esto, no es en absoluto una serie regular, hay emoción en los sucesos de Justo Gil, está muy lograda la ambientación de aquella lejana Barcelona y los secundarios cumplen muy buen papel. Aunque la novela -es menester decirlo- es más redonda.