“Puede entretener, pero su mayor problema radica en que no resulta verosímil. […] exagera tanto su propósito ocioso que el espectador no termina de traspasar la pared para «creerse» su historia”

Formato: Miniserie
Año: 2017
Director: Jamie Payne, Alex Kalymnios
Reparto: Jodie Comer, Jacob Collins-Levy, Chris Barnicoat, Rebecca Benson, Mark Anthony Games, Ian Massey, Katie Powles
País: Estados Unidos
Capítulos: 8
Duración del capítulo: 60 min
Género: Drama de época
Época histórica: Inglaterra, 1485
Puntuación: ★★☆☆☆ (Regular)
Sinopsis
Basada en la novela homónima de Philippa Gregory y secuela de la miniserie de la BBC, «The Wite Queen», la serie nos cuenta la historia de Isabel de York, hija de la Reina Blanca, y su matrimonio concertado con Enrique VII, y aborda uno de los momentos más tumultuosos de la historia británica desde el punto de vista único de las mujeres que fueron piezas fundamentales en la batalla por el poder. [Filmaffinity]
Análisis
Secuela de la miniserie producida por BBC One y Starz en 2013, The White Queen, que recreaba la Guerra las Dos Rosas y la inestabilidad política de Inglaterra tomando como protagonista a la reina Elizabeth Woodville. Si el peso de la esta producción anterior recayó en el Reino Unido, en The White Princess tomó el relevo Starz con un equipo exclusivamente norteamericano. Y debemos decir que es inequívocamente inferior a su predecesora. En esta ocasión, The White Princess recrea el reinado de Elizabeth de York como consorte de Enrique VII, desde la batalla de Bosworth en 1485 hasta 1499. Ella fallecería en 1503, mientras que Enrique le sobrevivió hasta 1509. Los ocho capítulos de la serie representan los principales sucesos de su reinado: las dificultades para unir las casas de York y Lancaster en pos de la estabilidad de Inglaterra, la política exterior y las amenazas de los York exiliados en Borgoña. En concreto, las amenazas que supusieron para el trono las pretensiones de Lambert Simnel y Perkin Warbeck, un holandés que afirma ser Ricardo de Shrewsbury.
Las comparaciones son odiosas, pero resultan inevitables con The White Queen. De aquella podrían gustar más o menos su insistencia en la intriga política, las luchas por el poder, la ambición y las continuas firmas y rupturas de alianza, pero era una serie coherente enmarcada en un género concreto y con un registro que jamás abandonaba. El «espíritu de la época» de aquella Inglaterra apenas se reflejaba por su monotonía político-bélica, pero aquella fue su apuesta y mantuvo su pacto de lectura. Por el contrario, The White Princess es un revoltijo sin dirección alguna, cuyos personajes carecen por completo de la fuerza de los anteriores y cuyas situaciones rozan en muchas ocasiones la parodia. A ratos pretende recrear con el mismo patrón de The White Queen las luchas por arrebatar el trono a Enrique VII, pero es obvio que ese mismo patrón no funciona para dos situaciones diferentes: una, treinta años de guerra civil con continuos cambios de reyes; la otra, cierta inestabilidad política en un período de paz, por la aparición de aspirantes al trono. Da la sensación de que quiere revertir de la misma épica los inicios del reinado de Enrique VII, y es imposible, pues la situación difiere por completo de la anterior. Para acciones épicas se necesitan personajes épicos, y no los hay en The White Princess. Es una mezcla de las viejas glorias de la serie anterior todavía haciendo de las suyas -Isabel Woodville, Margarita Tudor, la Duquesa Cecilia…- con niños y adolescentes supuestamente temidos, pero sin representar dramáticamente tal amenaza -Teddy, Margarita Plantagenet, Cecil-.
Roza la parodia la corte de Borgoña, una suerte de paraíso soleado donde todo el mundo se divierte mientras se conspira contra Inglaterra; las intrigas de Margarita Tudor en su papel de suegra, envenenando los oídos de Enrique VII mientras nuestra protagonista Elizabeth se esfuerza por ser relevante -más cercano a Sissi en su tono melodramático-; y desborda la parodia la representación de los Reyes Católicos, por supuesto fríos, estáticos y “ocupados en su nuevo mundo” desde la corte granadina donde reciben la visita de una Elizabeth de York que aprendió castellano.
La serie tiene su interés únicamente para quien desee hacerse una idea de cómo era Inglaterra antes del reinado de Enrique VIII, encarnado en un niño bobo y travieso. Puede entretener, pero su mayor problema radica en que no resulta verosímil. Y no por inexactitud histórica -que las hay, pero siempre se pueden perdonar en beneficio de la acción dramática-, sino porque se exagera tanto su propósito ocioso que el espectador no termina de traspasar la pared para «creerse» su historia. Tal es el esfuerzo por simular la épica y jugar a la Edad Media que se ve la trampa y el cartón, no convence.