La edad dorada

«La edad dorada no ha empaquetado el esquema de Downton Abbey para introducirlo en un trasatlántico y desembarcarlo a pelo en Nueva York […] Hay un profundo respeto por todos los personajes, todos con sus virtudes y defectos»

Formato: Serie
Año: 2022
Director: Julian Fellowes
Reparto: Christine Baranski, Carrie Coon, Cynthia Nixon, Morgan Spector, John Douglas Thompson, Ben Ahlers
País: Estados Unidos
Temporadas: 1 (9 Capítulos)
Duración del capítulo: 50 min
Género: Drama de época. Romance
Época histórica: Siglo XIX. 1880s
Puntuación: ★★★★★ (Excelente)

 

 

Sinopsis
La historia arranca en 1882 con la mudanza de la joven Marian Brook de la zona rural de Pensilvania a la ciudad de Nueva York después de la muerte de su padre para vivir con sus tías adineradas. Acompañada por una aspirante a escritora que busca un nuevo comienzo, Marian se ve envuelta de forma inesperada en una guerra social entre una de sus tías, hija de la vieja riqueza, y sus vecinos tremendamente ricos, un magnate ferroviario despiadado y su ambiciosa esposa. Expuesta a un mundo al borde de la Edad moderna, ¿Marian seguirá las reglas ya establecidas por la sociedad o forjará su propio camino?  [Filmaffinity]

Fuente: Vogue

Análisis

Brillante serie de época ideada por Julian Fellowes, creador de Downton Abbey, tras su descafeinada producción anterior en colaboración con Netflix: Juego de caballeros. En esta ocasión, el relato bebe de los patrones del género moldeados por Downton Abbey, con claras reminiscencias a ese retrato generacional de la aristocracia británica durante el primer tercio del siglo XX. Sin embargo, aunque las comparaciones resulten ineludibles, La edad dorada adquiere autonomía propia, sabe distanciarse de su predecesora y añade numerosos elementos originales, conflictos diferentes a los sucedidos en Downton Abbey y todas las oportunidades que ofrecen los Estados Unidos de 1880. Porque La edad dorada no ha empaquetado el esquema de Downton Abbey para introducirlo en un trasatlántico y desembarcarlo a pelo en Nueva York. Fellowes es consciente de las notables diferencias sociales y culturales de ambos países, lo asimila en la construcción de su relato y aprovecha las peculiaridades norteamericanas.

Fuente: La Tercera

A través de la joven Marian Brook, de familia noble pero arruinada, nos trasladamos desde Pensilvania a la ciudad de Nueva York, donde junto a ella conocemos los entresijos de la sociedad neoyorkina: aristócratas arrogantes y dadivosos, más o menos preocupados por el ascenso de nuevos grupos sociales; burgueses más o menos cultos, austeros u ostentosos, con el propósito de pertenecer a la elite norteamericana; personas de raza negra, deseosas unas de asimilarse, en igual de oportunidades, entre la sociedad blanca, y otras reticentes y celosas de preservar su cuota de influencia entre los suyos. Entre todos ellos, la servidumbre, jóvenes con aspiraciones más altas y adultos caídos en desgracia, con mayor respeto hacia sus amos o enemigos de toda autoridad. Aunque Marian jamás desaparece ante nuestros ojos, se desvanece entre tal variedad de personajes, quienes adquieren sus propias tramas, naciendo conflictos entre ellos o de manera autónoma.

Fellowes cocina su relato a fuego lento, con pocas variaciones entre uno y otro capítulo, con escasos progresos, como la propia vida, pero mostrando hechos todos ellos relevantes, pues nada deja indiferente al espectador ni sucede de manera accidental. Hay un profundo respeto por todos los personajes, todos con sus virtudes y defectos, permitiendo que hablen por ellos sus acciones. De este modo existe un baremo de moralidad, hay personajes virtuosos y otros propensos al mal, pero resulta posible empatizar con todos, encariñase, comprender. Todos ocultan secretos y vienen definidos por unas circunstancias particulares, las cuales definen sus propósitos. Esta gama de matices, que poco a poco se revela durante el avance de la temporada, genera mayor interés conforme se desarrolla el relato.

A este interés narrativo debemos añadir el colorido que posee como drama de época. La descripción de un período histórico, el Nueva York de finales del XIX, se recrea de manera soberbia. La verosimilitud de los conflictos, las costumbres sociales, la tradición y el comportamiento de aquellos personajes es de altura, y esta intrahistoria se funde con algunos eventos históricos: la expansión del ferrocarril por el territorio norteamericano, los inventos de Edison y la instalación de la red eléctrica. Las dosis adecuadas de romance, intriga, rencillas familiares y, por supuesto, situaciones cómicas con colmillo y una fina ironía generan un nuevo hito en el podio de los dramas de época.


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