El comensal

«coloca sobre el tapete cuestiones dignas de reflexión acerca del sufrimiento de las víctimas del terrorismo […] Necesita mucho tiempo para hilar y decidir qué quiere contar al espectador, despistando durante el primer tercio del relato»

Formato: Película
Año: 2022
Director: Ángeles González-Sinde
Reparto: Susana Abaitua, Fernando Oyagüez, Ginés García Millán, Adriana Ozores, David Luque
País: España
Duración: 100 min
Género: Drama
Época histórica: Siglo XX. 1970s. Siglo XXI
Puntuación: ★★★☆☆ (Buena)

 

 

Sinopsis
Iciar y Fernando son jóvenes. Los dos atraviesan la experiencia más traumática de sus breves vidas: La pérdida de uno de los progenitores. Pero Fernando e Iciar no pueden compartir el dolor ni las estrategias para manejarlo. Viven en tiempos distintos. Fernando en 1977 en Bilbao se enfrenta al secuestro de su padre por parte de ETA. Iciar en 2011 en Navarra afronta el cáncer fulminante de su madre. A partir de esta inesperada pérdida, Iciar toma conciencia del trágico secuestro y asesinato de su abuelo, al que nunca conoció, a manos de ETA en 1977. Ante la negativa de Fernando, su padre, de hablar del asunto. Iciar se embarca por su cuenta en una reconstrucción de los tensos días del secuestro cuarenta años atrás. Gracias a su esfuerzo por sacar a la luz la memoria familiar, su padre y ella se reencontrarán en una nueva manera de mirar al pasado para vivir el futuro. Adaptación de la novela homónima autobiográfica de Gabriela Ybarra  [Filmaffinity]

Fuente: Ecartelera

Análisis

Atrevida película de González Sinde, que, a pesar de sus altibajos, coloca sobre el tapete cuestiones dignas de reflexión acerca del sufrimiento de las víctimas del terrorismo, del peso del pasado y la necesidad de catarsis, del silencio, del miedo a hablar, de las preguntas de las nuevas generaciones y de la función de la Historia. El relato discurre continuamente en torno a dos tiempos narrativos: 1977 y 2011. En el primero, el joven Fernando y sus hermanos lidian con el secuestro de su padre a manos de ETA. En el segundo, Fernando afronta la enfermedad de su esposa junto a su hija Itziar. Conforme avanza el relato, surgen paralelismos entre el pasado y el presente, hay situaciones que se asemejan, y la hasta entonces ‘dormida’ Itziar comienza a interesarse más por su padre y por su pasado.

Una de las premisas básicas del filme es que el pasado debe iluminar nuestro presente, que muchos de los hechos y circunstancias del día de hoy solo pueden entenderse tomando como referencia cuanto sucedió años atrás, y para ello es necesario aceptarlo y reflexionar sobre ello. En este sentido, lo mejor de El comensal es su manera de reflejar cómo la actitud de Fernando solo puede comprenderse conociendo su biografía, cómo determinadas manías y opiniones, aparentemente injustificables, hallan su raíz en cuanto ha vivido. De igual modo, el proceso de autodescubrimiento de Itziar también es loable, uniéndose la cuestión familiar con su labor de hemeroteca. La redención a través de la escritura, de la conversión en asunto público de los fantasmas del interior, parece ser una de las vías catárquicas para superar el pasado, apunta el filme.

Sin embargo, las piezas narrativas no terminan de encajar en la película. Los continuos saltos temporales desvían la atención más que explican, y aunque determinadas escenas, muy bien construidas, reúnen diálogos o gestos brillantes, el conjunto de la película se resiente, flojea. Necesita mucho tiempo para hilar y decidir qué quiere contar al espectador, despistando durante el primer tercio del relato, hasta que al final queda claro hacia dónde apunta. Por otra parte, quizá hubiesen hecho falta personajes secundarios relevantes, porque (aunque evidentemente son quienes soportan la carga del relato) tantas escenas de diálogo entre padre e hija pueden resultar reiterativas.

González Sinde no se esfuerza por esconder su intención ni por disimular o describir de manera implícita. No hay doble cara y todo está a flor de piel. Las elecciones políticas, el gobierno de Suárez y la actuación policial apenas actúan como decorado en el relato, locución ambiental radiofónica y recorte del periódico con fines ilustrativos. Por ello, no hay preguntas acerca del por qué del secuestro, o quiénes eran y qué querían los etarras. Queda así un filme exclusivamente filmado desde y para el punto de vista de las familias, un poco predecible y de ritmo irregular, pero de gran valor para mirar de frente al terrorismo y sus consecuencias.


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